19/12/11

Bienvenidos a la neoesclavitud

Minitrabajos, minitrabajos, minitrabajos... El tema estaba candente hace unos días. Como buena periodista que en algún lejano pasado fui sé que la información se pasa de moda en un decir Jesús y que luego no interesa. Pero esto no son las noticias, son mis mierdacosas escupidas a la velocidad que pueden teclear mis dedos. Escribo para no pegarme un tiro en la boca y hasta escribir se ha vuelto a veces un tiro en la boca (Antonio Orihuela).

Es que me hace gracia la CEOE con esto de los minijobs, oigan. Lo mismo se acaban de dar cuenta que han descubierto las indias sacando fuera de la economía sumergida un invento que existe desde que las leyes laborales y los convenios pusieron sobre papel algo que se llama (o llamaba) prácticas. Minijobs, hay que joderse. Bonito eufemismo para decir miniderechos en el trabajo.

Tengo doce años de experiencia en mi profesión y soy consciente -se lo he contado una y mil veces en este egoblog- de que mis decisiones no han sido del todo acertadas, pero estoy cansaaaaaaaaaaaada de saltar de minijob en minijob desde 1999. Les cuento sin mayor dilación.

Primer curro, para hacer currículum y todas esas historietas con las que te dan la murga cuando tienes veintipocos años y te acabas de licenciar. Me pagaban, si mal no recuerdo, quinientas calas -tres euros- por reportaje, noticia, etc. escrito y, ojo, publicado, que si no se publicaba, nada de nada. Con foto cien pesetillas más. ¿Contrato? ¡qué cojones contrato! Les puedo asegurar que cada una de las crónicas que les envié me llevó muchísimo más de dos horas de trabajo concienzudo.

Segundo curro, en el que mejor me han pagado en mi vida. ¡Cómo me arrepiento de dejar la cadena amiga! Aunque ahora se haya convertido en el vertedero televisivo más grande de este país. Bueno, también es cierto que estaba subcontratada y la subcontrata se acababa. En el 2000 ya estaba yo a la orden de eso que se lleva tanto ahora: comunicación web. Pero a moi se le antojaba hacer cosas tangibles como carteles, spots televisivos, revistas, envases...

Reventó la burbuja de las punto com. Me fui al mercado freelance, que es una manera fina de decir al paro, haciendo trabajillos que iban saliendo a cuenta del networking de los anteriores años. Me fue bien, no me puedo quejar.

Tercer (o cuarto, según se mire) curro. Me dejé engañar con el caramelo de hacer una revista desde el número cero -uno de mis sueños-: diseño, fotografía, redacción, infografía... ¡El paraíso! Contrato, sí, gracias, una mierda de sueldo, pero con contrato al menos. Aguanté cinco meses. Me autodespedí. Y ustedes dirán que porqué: pues porque después de estar trabajando durante más de 36 horas seguidas sin rechistar ni un momento, me regañaron por bajar a tomarme un café al bar cinco minutos. Les tenía cuadrados, sí.

Cuarto curro. Locutora/redactora de radio. Mi voz aterciopelada se escuchó muchas noches en una afamada radio que hacía las delicias de los abuelitos en las madrugadas. Trescientos euros al mes, sin contrato y yendo de vez en cuando a las dos y media de la tarde a echar una mano con las noticias.

Quinto curro. Ná, ni se lo explico... Trescientos euros, sin contrato, jornadas desde las nueve de la mañana hasta que dios -los clientes- diera a entender, ufff. Todo por tener el nombre de una gran empresa en mi currículum.

Sexto curro. Dircom, forma abreviada de decir directora de comunicación. El primer día que llegué me dijeron que el presupuesto para comunicación y publicidad era de cero euros. ¿Qué significó esto? Dosis ingentes de creatividad por mi parte y miles de horas extras no remuneradas de trabajo.

Séptimo curro. Un trabajo guay, haciendo pequeñas cositas para clientes que más o menos entendían qué era eso de la creatividad publicitaria. Casi toda mi carpeta -lo que viene a ser el currículum en cualquier otro trabajo- está llena con trabajos de esta época. Pero me pagaban una miseria para aquellos entonces (muuuuucho antes de la archiconocida crisis de las subprime): 700€.

Y ¡tachán, tachán! octavo y último curro hasta el momento.  Me dejé embaucar por un jugosísimo sueldo -1.200€- y porque dijeron la palabra familia en la entrevista de trabajo (vaaale y por un par de clientes -marca de coches y juguetera- que me empanaban). Me lo creí, sí, me creí que aquel equipo era una familia. Resultado: mi primera baja laboral a los tres años de estar dejando mi vida allí. Consecuencia: un pseudo mobbing una vez que me reincorporé. Acción: autodespedirme tras cuatro años de ardua carrera tirada a la basura.

No les aburro más con la infinitud de trabajos que he ido teniendo que coger entre medio de todas estas experiencias laborales, todos ellos sin contrato, of course: camarera, guardarropía, comercial de seguros, teleoperadora, gasolinera...

Minijobs, minijobs, minijobs... A más de uno en este país le tenían que obsequiar con un minijob para que supiera lo que es llegar a fin de mes con menos de cuatrocientos euros trabajando sin descanso de domingo a domingo.

2 comentarios:

  1. megamierdas sí que has tenido, sí señora. Ahora lo quieren llamar como más bonito (cuando en realidad lo que somos es unos atunes de tomo y lomo).

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  2. Ya ves, Nán, megamierdas a puñaos. Así estoy yo con taitantos y viviendo cual adolescente. Lo malo es que mis obligaciones ya no son de adolescente sino de adulta hecha y derecha. En fin.

    También te digo que eso me ha pasado por primero dejarme engañar con lo de hacer currículum y segundo por no ser muy crítica con mis apuestas laborales. Eso sí, el próximo curro que tenga... espero que sea bueno (con la que está cayendo) y espero que sea pronto. Coñe, estoy por ir a poner una vela a San Judas Tadeo y todo.

    Un besazo, Nán.

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